El plástico se cierne sobre el planeta como una de las amenazas con mayor impacto de este siglo: según datos de Greenpeace, la producción total de plástico en 2015 alcanzó los 380 millones de toneladas. En Europa la producción del material alcanzó los 61,8 millones de toneladas en 2018. Asia produce la mitad del total (51%), seguida por América del Norte (NAFTA) con un 18% y Europa con un 17% del total en 2018.
Los envases de plástico dañan especialmente los ecosistemas marinos, colapsados ante el impacto de los polímeros en las aguas y costas. Desde Efe Verde calculan que unos 12 millones de toneladas de contaminación plástica terminan en el mar cada año. Para hacerte una idea, equivale a que un camión de basura vuelque toda su carga de plásticos por minuto al océano.
Para atajar este problema las llaves están en la economía circular: reducir, reutilizar y reciclar son, en este orden de importancia, las armas contra la masa de plástico que puede llevarse por delante la vida marina. Los productores tienen que ponerse manos a la obra para fabricar menos plástico, los países mejorar sus políticas de gestión de residuos y los investigadores, buscar biomateriales y soluciones alternativas biodegradables, así como encontrar maneras de descomponer el plástico más rápido.
Un nuevo estudio arroja un rayo de esperanza a la hora de destruir la basura plástica marina. Tal y como recoge la revista PNAS, crean un nuevo polímero que se descompone en una semana gracias a la exposición al aire y a la luz del sol. La investigación ha sido publicada en el Journal of the American Chemical Society (JACS).
La clave del polímero es que está elaborado a base de petróleo en ácido succínico, una pequeña molécula no tóxica de origen natural que no deja fragmentos microplásticos en el ambiente. Técnicas como la caracterización química mediante resonancia magnética nuclear (RMN) y espectroscopía de masas mostraron que este plástico se descompone rápidamente a la luz del sol.
Aunque un plástico sensible al sol puede no ser una buena opción para botellas o bolsas que necesitan durar más de una semana en los estantes, su integración como ingrediente menor o junto a otros polímeros podría acelerar la descomposición de estos materiales en espacios como los vertederos, tal y como explica el coautor Liang Luo, científico de materiales orgánicos de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong en Wuhan (China).
Otra de sus posibles aplicaciones sería en el campo de la electrónica. Al sellarse dentro de un smartphone y otros aparatos tecnológicos flexibles, podría durar años al no tener contacto con la luz y el oxígeno que desencadenan la descomposición. De este modo, desechar los dispositivos al final de su vida útil resultaría más sencillos. Su subproducto, el ácido succínico podría reciclarse para usos comerciales en las industrias farmacéutica y alimentaria.
El origen del invento fue distinto, ya que este científico creó el plástico en 2020 como sensor químico, ya que su intención era que cambiara de color con el pH. Al percibir que el color rojo oscuro natural del plástico se desvanecía rápidamente y la película plástica se rompía durante varios días a la luz del sol, se dio cuenta de que este polímero podía descomponerse fácilmente con la luz solar, que modifica su composición molecular.
“Continuaremos explorando la degradación de los plásticos”, dice Luo, mirando hacia el futuro. Aunque no tiene un cronograma para la comercialización, estima que este podría ser de 5 o 10 años.
BUSINESS INSIDER (13/07/2021)
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