Hielo ardiente: la próxima revolución mundial de la energía

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Varios países han emprendido una carrera por ser el primero en obtener la tecnología necesaria con la que aprovechar una nueva fuente de energía que se esconde en los lechos marinos de medio mundo. De momento, Japón está en cabeza y podría empezar a explotarla ya la próxima década. Las reservas de hidratos de metano (una suerte de metano congelado) superan las de petróleo, gas natural y carbón juntas, pero su explotación conlleva riesgos importantes.

La explotación a gran escala de sus hidrocarburos no convencionales (en realidad, son petróleo y gas al uso, las que no son convencionales son las técnicas para su extracción: singularmente, el famoso y polémico fracking) ha convertido a Estados Unidos de nuevo en una potencia energética, lo colocará como mayor productor mundial de petróleo y de gas natural en breve, y le abrirá las puertas de la independencia energética. A pesar de que el desplome de los precios del crudo pone en riesgo el desarrollo de nuevos proyectos y amenaza la rentabilidad de algunos de los ya operativos, el boom petrolero y, sobre todo, gasístico en Estados Unidos puede romper el statu quo geopolítico global. Y otras naciones, también con enormes reservas de hidrocarburos no convencionales, tratan de emular ya la experiencia estadounidense.

Pero es otro hidrocarburo, uno que aún no se explota, el que promete abrir una nueva etapa en la historia energética global que, quizá, arrancará en apenas diez años. Varios países emprendieron hace tiempo una carrera, otra más, por liderar la explotación de manera segura de estos nuevos recursos hasta ahora no aprovechados y que, según anticipan muchos expertos, podrían ser los protagonistas de la siguiente revolución energética global. Y esa revolución, la próxima, vendrá… del hielo. A simple vista esa novedosa fuente de energía tiene el aspecto de hielo normal y corriente, pero si se acerca una llama a él, ese hielo arde… porque está lleno de gas metano.

Hidratos de metano, clatrato de metano, hielo de metano, hielo ardiente… son los diferentes nombres que recibe este nuevo hidrocarburo. Se trata de moléculas de gas metano que han quedado atrapadas en moléculas de agua congelada. Unas estructuras en forma de jaula que se han formado por la combinación de bajas temperaturas y alta presión, y que se encuentran en grandes cantidades en los lechos marinos (a partir de 500 metros de profundidad) y en el suelo de las regiones polares (a menor profundidad, normalmente a partir de los 150 metros). Los depósitos submarinos concentran la inmensa mayoría de las reservas conocidas: acumulan cerca del 98% del total, frente al 2% identificado en tierra firme cerca del Ártico.

Según las estimaciones de diferentes servicios geológicos y energéticos internacionales, las reservas mundiales de hidratos de metano pueden superar las de petróleo, gas natural y carbón juntas (los cálculos más optimistas indican que incluso podrían duplicar la suma de las reservas del resto de hidrocarburos). Los datos del Servicio de Geología norteamericano (USGS) apuntan a que la acumulación de este hielo ardiente podría ser hasta 100 veces mayor que todas las reservas de gas de esquisto estimadas en EEUU, ése en el que se basa el actual boom energético norteamericano. Y además, su intensidad energética es muy superior a la del gas metano convencional: un metro cúbico de hidrato de metano equivale a 164 metros cúbicos de gas metano.

No obstante, las dificultades técnicas y tecnológicas para conseguir explotar estos hidrocarburos de manera segura y comercialmente rentable aún no se han superado. El uso del metano como combustible es menos contaminante que la quema de petróleo o de carbón, sí, de ahí que sea interesante su uso. Pero la liberación incontrolada de metano a la atmósfera es muchísimo más contaminante que el dióxido de carbono (es entre quince y veinte veces más nocivo como gas de efecto invernadero que el CO2). En paralelo, la alteración de la estructura de los hidratos durante los trabajos de extracción puede desestabilizar el propio lecho marino, provocando grandes corrimientos del suelo submarino y, a su vez, facilitando la liberación del metano a la atmósfera.

Algunos científicos alertan de un peligroso círculo vicioso entre el metano y el cambio climático. Y es que los peores pronósticos apuntan a que el calentamiento global podría elevar la temperatura de los océanos y descongelar el suelo ártico hasta el punto de descomponer los hidratos y liberar de forma natural el metano a la atmósfera, con lo que se agravaría el cambio climático hasta límites trágicos. En tal caso, y ante ese riesgo, los defensores de la explotación de estos hidrocarburos argumentan que sería mejor quemar ese metano en un uso industrial que esperar a las gravísimas consecuencias medioambientales de que se libere de forma natural.

Sin embargo, la catástrofe parece improbable. “Estudios recientes indican que la mayoría de los depósitos de hidratos de metano en el mundo pueden mantenerse estables durante los próximos mil años”, apuntan desde el USGS norteamericano. “Y de los hidratos que pueden llegar a ser inestables, muy probablemente pocos liberarían metano como para alcanzar la atmósfera e intensificar el calentamiento global”, explican los expertos de esta oficina gubernamental estadounidense.

Japón ha tomado la delantera en esa carrera figurada por conseguir explotar los hidratos de metano, y ha conseguido realizar ya las primeras extracciones en sus costas. Estados Unidos también lleva décadas -desde 1982- con un programa de investigación operativo y buscando una tecnología eficaz para aprovechar sus reservas. Otros países como Corea y Canadá cuentan con programas de investigación (el de Canadá hoy por hoy paralizado, en principio temporalmente), al tiempo que China e India se muestran igualmente interesados en el desarrollo de la tecnología necesaria. Y, aunque en España no existe de momento ningún proyecto concreto para promover la explotación de esta fuente de energía, geólogos ya han constatado la existencia de hidratos de metano en el Golfo de Cádiz y en el Mar de Alborán.

Expansión (06/02/2015)

http://bit.ly/1C5aeS1

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