La integración del comercio electrónico en el día a día ha vivido una aceleración como adlátere de la pandemia. El 62,6% de los españoles ha hecho uso de él en los últimos 12 meses, frente al 58% en 2019, según una encuesta del INE. Sin embargo, el daño medioambiental que supone el proceso que empieza con un click y acaba con un mensajero en casa, se incrementa notablemente con respecto al comercio tradicional, debido fundamentalmente a lo que en el sector conocen como la última milla. Según datos distribuidos por el gigante del comercio electrónico Amazon, su huella de carbono en 2018 fue de 44,4 millones de toneladas de CO2, mayor que la de nueve de los 27 países de la Unión Europea, si nos atenemos a las medidas difundidas por la Agencia Europea de Medio Ambiente o similar a la de todo el CO2 que emitió ese año toda la actividad de Cataluña, como recoge el informe que desgrana las emisiones por comunidades del think tank Observatorio de Sostenibilidad.
En Madrid, se entregan al día entre 350.000 y 400.000 paquetes, según Greenpeace, una cifra que se puede multiplicar por cuatro en fechas como el Black Friday. “Todo esto tiene un gran impacto sobre los objetivos de desarrollo sostenible y el primero sobre las emisiones de CO2, por supuesto″, concreta Fernando Prieto, director del Observatorio de Sostenibilidad y doctor en Ecología. Pero no solo eso, el peso total de la distribución de mercancías en una ciudad como Madrid supone el 38% del peso total del tráfico urbano, según un informe de la patronal de fabricantes y distribuidores AECOC. Ese informe también contiene que el transporte urbano genera sobre la economía un daño comparable al 2% del PIB, “por el impacto de los atascos y la contaminación”, precisa María Tena, gerente del área de transporte y logística de la patronal. Tena añade que “solo el 22% de la población es consciente” del daño medioambiental del comercio en línea.
Todos los actores implicados en el proceso coinciden en que la última milla, es decir, el trayecto desde el centro de distribución a cada uno de los hogares, es el punto en el que el comercio electrónico multiplica sus emisiones con respecto al comercio tradicional. “Lo más importante es que se produce una dispersión de los envíos”, describe Rafael Pérez del Monte, director de calidad y responsable de Medio ambiente de la división española de DHL, la empresa líder mundial en logística. Pérez del Monte añade que los intentos de entrega fallidos porque el comprador no se encuentra en casa “supone asumir costes e incrementar el impacto ambiental de la actividad porque supone desplazamientos adicionales”. Aunque el mayor número de emisiones se da en los desplazamientos de largo recorrido que se hacen en barco o avión, trayectos que son comunes al comercio tradicional.
“Una de cada tres cosas que compramos la devolvemos, con lo que esto también genera más tráfico”, añade Celia Ojeda, responsable de la campaña de Consumo de Greenpeace, circunstancia que, según la patronal AECOC, convierte a España en el cuarto país en tasa de devoluciones de Europa. Estas devoluciones son muy habituales a la hora de comprar ropa: “Muchos clientes compran varias tallas de lo mismo asumiendo que lo van a devolver de antemano”, concreta el portavoz de la empresa de transportes DHL, con lo que queda asegurado que se multiplican los trayectos de la última milla desde el momento de la adquisición.
EL PAÍS (28/11/2020)
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