Las grandes farmacéuticas que comercializan las principales vacunas contra la Covid están ya trabajando para adaptarlas a la variante Ómicron. Pese a que todavía es una incógnita si las mutaciones del virus que se detectaron la semana pasada en Sudáfrica harán necesaria una nueva inyección, las compañías empiezan a estudiarla para crear versiones más efectivas frente a este linaje, en caso de que fueran necesarias. La Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha anunciado este martes que tiene planes para acelerar esta adaptación, un proceso que calcula que llevará entre tres y cuatro meses.
Por ahora, hay muchas más incertidumbres que certezas sobre la nueva mutación. Aunque existen indicios de su mayor contagiosidad, ni siquiera esto está confirmado. Tampoco que sea más grave o que pueda escapar a la protección de las actuales vacunas. Pero el gran número de mutaciones hace pensar a los expertos que el sistema inmunitario puede tener más problemas para reconocer y neutralizar esta versión de la Covid que las anteriores.
Según esta hipótesis, las vacunas perderían algo de eficacia: probablemente a la hora de reducir contagios, como ya sucedió con la delta. Es más incierto si también a la hora de proteger frente a la enfermedad más grave y la muerte. “El pronóstico siempre va a ser más favorable para las personas vacunadas que para las que no lo están, tienen más probabilidades de poder defenderse”, resume José Antonio Forcada, presidente de la Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas.
En esta misma línea se ha manifestado en el Parlamento Europeo la directora ejecutiva de la EMA, Emer Cooke, quien ha asegurado que, incluso si la nueva variante se expande, las vacunas disponibles continuarían protegiendo, según recoge Europa Press. “No sabemos todavía si necesitaremos adaptarlas, pero en todo caso tenemos preparados planes de contingencia. Trabajamos con los reguladores porque esperamos lo mejor, pero estamos preparados para lo peor”, ha afirmado.
Amós García Rojas, presidente de la Sociedad Española de Vacunología (SEV), dibuja dos escenarios: “Puede pasar que las vacunas que tenemos sean absolutamente potentes ante esta nueva cepa o que, en función de esas mutaciones, pierdan algo de efectividad, aunque no dejen de protegernos, que es lo que creo más probable. Por eso debemos estar ocupados, no alarmados”.
Ante este panorama, Federico Martinón, asesor de vacunas de la Organización Mundial de la Salud, advierte de que es importante diferenciar infección y enfermedad. “Sabemos que los anticuerpos neutralizantes se reducen in vitro frente a muchas de estas variantes y eso condiciona peor eficacia frente a la infección, sea sintomática o asintomática. Sin embargo, cuando hablamos de enfermedad clínica que condiciona hospitalización y muerte, la ausencia de anticuerpos no parece relacionarse negativamente: es decir, nuestra protección está mucho más condicionada por otras partes de la repuesta inmune”, explica.
Este especialista lo ejemplifica así: “No sé qué va a pasar con Ómicron, pero esto es una cerradura que se va modificando, que es el virus, y la llave, que es la vacuna puede ir cada vez más recia, pero no va a llegar un día en que de repente no podamos abrir. Y la llave es en cierto modo maestra, porque cuando estimulamos el sistema inmune es mucho más amplia de lo que pueda parecer”.
Mientras todo esto se dilucida, las farmacéuticas ya trabajan en nuevas versiones. Es algo que figura incluso en los contratos que la Unión Europea tiene con estas empresas. Tal y como sucede con la vacuna de la gripe, tendrán que adaptarla a nuevas características del virus, si es que finalmente resulta necesario. Una portavoz de Pfizer explica a este periódico que la compañía sigue atenta a cualquier variante emergente que potencialmente pueda escapar a la protección de su fármaco. “Estamos comenzando a realizar pruebas de neutralización con la Ómicron y esperamos tener datos iniciales en las próximas semanas. Esperamos poder desarrollar y producir una vacuna a medida contra esa variante en aproximadamente 100 días, siempre que se obtenga la aprobación de las autoridades reguladoras”, señala.
EL PAÍS (30/11/2021)
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